Lo que nos hace humanos es nuestra imperfección. La capacidad de equivocarnos, de sentir contradicciones y de encontrar belleza en lo que no es perfecto. Es el dolor que se transforma en arte, el fracaso que se convierte en una lección, la vulnerabilidad que da lugar a la conexión.

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Son nuestras emociones y la empatía. Es el amor que no tiene explicación, la angustia que deja sin aliento y la risa que se contagia. La capacidad de sentir el dolor del otro y de encontrar alegría en un instante compartido es algo que va más allá de cualquier algoritmo.

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Y, por supuesto, es la narrativa. La necesidad de crear un relato, de darle sentido a la vida a través de historias que perduran. Es en esa necesidad donde se encuentra el propósito, la memoria y el legado que, al final, es lo único que nos define.